Made in Hong Kong
Hong Kong me ha pillado desprevenida. Apenas aprecias que ya has llegado. Sin trámites. Sin gestiones. Sin problemas.
Hong Kong te dice hola sonriendo, le dan igual las fronteras.
Una ciudad que te facilita perderte. Olvidarte del concepto más común de viaje: mapa, cámara, museos, lugares emblemáticos. Crees que Hong Kong se adapta al mundo occidental y sin darte cuenta tú te adaptas a Hong Kong.
Y es que puedes seguir mil consejos. Subir el Victoria’s Peak con su tren centenario, maravillarte con las vistas en el Skyline y estructurar la ciudad en tu cabeza, recorrer Temple Street regateando los precios, moverte ágilmente por una ciudad tan bien comunicada, salir de fiesta en la siempre despierta Lan Kwai Fong, o ver el espectáculo de colores de la Avenue of Stars. Sentirte pequeño entre los rascacielos de Hong Kong Island, e incluso alojarte en cualquiera de los hoteles que recogen en las alturas.
Siempre te quedarán cosas por hacer. Hong Kong y su oferta 24 horas.
Pero también, por qué no, puedes dejarte llevar un poquito más. Ver la otra cara de Hong Kong. Cambiar los hoteles de las alturas por las minúsculas casas locales, vivir su día a día.
Puedes cogerte un bus a ninguna parte y bajarte en el barrio que más te llame la atención. Decir adiós a los mapas. Pasar inadvertido entre la multitud, el tráfico. Recorrer Nathan Street tratando de evitar a toda esa gente que tan guapo te quiere poner, huir de los lugares más convencionales, o al menos de sus colas. Hacerle la 13.14 a las esperas turísticas y agudizar el ingenio. Encontrar la paz absoluta escondida en un parque en mitad del caos de la ciudad, donde vivir escenas de lo más variopintas. Perderte entre los infinitos rascacielos mientras no puedes evitar juzgar las construcciones de bambú.
Y, por supuesto, dejarte conquistar por la maravillosa comida local, descubrir rincones a los que la palabra esencia les queda pequeña e incluso atreverte con sus especias.
Hong Kong, infinitos contrastes.
Quizá el «desencanto» de Rusia ha incrementado el increíble flechazo que he tenido con esta ciudad… Y es que ya no miraré con los mismos ojos esos Made in Hong Kong propios de gangas y baratijas.
Hong Kong se ha ganado todo mi respeto, mi admiración. He escuchado un «cuando yo era pequeño, aquí apenas había nada». Uno de esos que se suelen escuchar, sí, pero en este caso, ver lo que el esfuerzo y la dedicación han logrado, es capaz de dejarte sin palabras.
Hong Kong ha conseguido sorprenderme. Con sus sabores, sus olores, su oferta 24h, noches en vela, reclamos publicitarios y luces incesantes por todas partes.
Hong Kong me suena a trabajo, a multitud, (im)personalidad, calor.
Pero sobretodo me suena a interculturalidad, aceptación y hospitalidad extrema.
Hong Kong te deja ser. Deja ser a todo el mundo.
Hong Kong me suena a Bienvenido.
Carmen Mantecón
¡Hola! Soy Carmen, la chica que está detrás de esta página. ¡Mil gracias por leerme! Si te ha gustado no dudes en dejarme un comentario por aquí abajo... ¡Estaré encantada de saber de ti! Este blog nace de mi pasión por los viajes, y es que hace ya tiempo que descubrí mi propia fórmula de la felicidad: ¡viajar! Desde entonces, lo hago siempre que puedo, y aquí encontraréis algunos consejos y experiencias sobre mis aventuras. ¡Bienvenidxs!
Muy buena descripción de Hong Kong! Si vuelves no olvides buscar a un lebaniego viviendo por estos barrios k tanto él como su familia te acogerán con los brazos abiertos!
¡Me alegro de que te haya gustado Diego! Te tomo la palabra, si vuelvo por allí (¡ojalá!) estaré encantadísima de conocer a tu familia 🙂 Muchísimas gracias, te mando un abrazo muy fuerte!